Desde hace un tiempo, se advierte cada vez con mayor frecuencia la importante presencia de mujeres en el rol de casters en el mundo de los Esports. Por “caster” me refiero a una suerte de “relator” en los deportes electrónicos. Si bien la función principal del caster es darle voz y vida a las disputas que están transmitiéndose ante el espectador, lo cierto es que, muchas veces, también tomamos un rol de conductoras y hasta animadoras de las competencias, imprimiendo frente a un micrófono nuestra esencia y nuestra personalidad.
Ahora bien, así como se lee, no hay dudas de que tanto hombres como mujeres podrían ejercer este rol sin ningún tipo de distinción. Sin embargo, como todo en el ámbito del gaming, en un principio, esto fue patrimonio exclusivo del género masculino. ¿Por qué se dio así? Creo que un factor esencial es que no hay forma de aprender a castear, salvo ejerciendo ese rol. Por ende, es necesario estar metido en el mundo del deporte electrónico que se pretenda relatar, y luego empezar a buscar oportunidades para hacerlo y mejorar.
Durante muchos años, los videojuegos se consideraron algo propio de “los niños”. Muchas infancias femeninas se vieron desplazadas de la posibilidad de volcarse a este tipo de entretenimiento y, con ello, lógicamente, mermó la cantidad de mujeres en ese ámbito. A esto se suma que, demasiadas veces, las mujeres deben ocultar su género en competiciones de Esports para no ser foco de insultos o acosos.
UN ESPACIO PROPIO QUE SEA UNA FUENTE LABORAL
Con todo este panorama, resulta evidente que, que cuando una mujer logra un espacio tan fundamental en una transmisión, como es el de relatora, aparecen sectores de la comunidad a los que esto les incomoda o les provoca rechazo. Entonces, se reproduce un ciclo de odio en redes sociales o transmisiones, con una absurda interpelación a la mujer para demostrar constantemente que está a la altura de lo que está haciendo, cuestionamientos de cualquier índole –incluso, por su aspecto físico- y demás agravios. Hago hincapié en el aspecto físico porque, cuando se empezó a integrar a la figura de la mujer a las transmisiones, se lo hizo inicialmente de manera exclusiva en el rol de host o anfitriona, apuntando a que fuera una especie de “adorno” dentro de la transmisión, que sumara desde la belleza hegemónica. Así, las mujeres terminaban siendo prácticamente cosificadas, con el objeto de fortalecer un producto visual dirigido a varones heterosexuales.
Sin embargo, en los últimos años, esta tendencia viene modificándose lentamente. Cada vez son más las mujeres que buscan un lugar como relatoras en las transmisiones oficiales, nacionales e internacionales, en todos los deportes electrónicos, ya sean MOBA, Shooters, Juegos de Pelea y demás. Esto nos permite pensar que, en algún momento, toda esa “rareza” y dificultad que conlleva ejercer el rol de caster como mujer irá mermando, y sólo nos quedaremos con el placer que nos genera trabajar de lo que amamos.
En ese sentido, encontrándonos en un momento de crecimiento y transición hacia lo que esperamos sea una sociedad más igualitaria y tolerante, es fundamental remarcar y defender el espacio que ocupa cada una de las mujeres en los Esports. Tenemos que forjar referentes que levanten la voz para hacer nacer en otras mujeres el impulso para transformar el simple deseo en una meta, un objetivo en el que puedan trabajar y desarrollarse. “Si ella pudo, yo también podré” tiene que ser el lema que potencie las voluntades de las futuras mujeres del gaming.
SOLIDARIDAD FEMENINA
Por otra parte, pero conectado con lo anterior, es de destacar la sororidad que, en mi caso, he encontrado siempre en mis colegas mujeres. Lejos de intentar desplazar a otras chicas para conseguir mayor espacio, ellas se encuentran constantemente apoyando los logros de las demás, festejando su crecimiento y poniendo el hombro cuando las cosas no salen bien, o cuando, simplemente, estamos cansadas de tener que demostrar constantemente que nos merecemos lo que obtuvimos con tanto esfuerzo.
Creo que es clave que aquellas que logramos abrirnos camino en este mundo permanezcamos allí, nos mostremos, compartamos nuestras experiencias, y nos unamos y fortalezcamos con nuestras colegas. Es hora de generar en las nuevas camadas que vendrán la esperanza concreta de que es posible y disfrutable ser caster. Apuntamos a que, el día de mañana, todas las dificultades que hoy atraviesan las mujeres para abrirse un espacio en este ámbito cesen de manera total y permanente. Mientras tanto, en este duro camino, estaremos para acompañarnos e impulsarnos entre nosotras.