Regular la actividad humana es una tarea que, desde tiempos ancestrales, ha caracterizado a las sociedades. Las primeras regulaciones fueron las religiones. En los tiempos animistas, se hablaba con animales, astros y plantas para que favorecieran a los cazadores recolectores que poblaban el planeta. Con el surgimiento de los imperios, los dioses tenían su elegido en la Tierra. Reyes y emperadores lo eran por derecho divino, quienes junto a los sacerdotes legislaban sobre la vida de los súbditos. Un ejemplo de esta época es el Código de Hammurabi, escrito en el Imperio babilonio, alrededor del 1750 a.C. En la introducción a este Código, se relata cómo el dios Marduk eligió a Hammurabi como emperador y, luego, le dictó las leyes del Código. Las religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo mantuvieron este esquema de un Dios revelando las leyes a un hombre elegido. Pero se diferencian en que el cumplimiento de estas leyes le otorgaba la entrada al Paraíso al hombre devoto. El sentido de la vida terrenal era lograr la vida eterna en el Paraíso.
CIENCIA VS. RELIGIÓN
La aparición de las teorías científicas de Copérnico y Galileo comienza a resquebrajar la hegemonía de la religión en el dictado de normas para reglamentar la vida de los hombres. Se empieza a desmoronar el dominio de los Pontífices y los Reyes, representantes terrenos de Dios, en el dictado de leyes que regularan a la sociedad. Mientras Galileo exponía su nueva teoría sobre el funcionamiento de los planetas, el Papa le preguntó: “¿Dónde está Dios en esta teoría?”. Galileo le respondió: “No he necesitado de esa hipótesis para desarrollar mi teoría”. Esta frase demoledora indicaba el inicio de la disputa entre la ciencia y la religión en cuanto a leyes universales y el fin de Galileo por su herética osadía. La Revolución Industrial es el símbolo del avance de la ciencia por sobre la religión. Los progresos científicos permitieron vislumbrar que las leyes universales obedecían a patrones que no estaban determinados por los textos sagrados. Se podría decir que, hasta la Revolución Industrial, todo se regía por la frase: “Es palabra de Dios. Te alabamos, señor”. Luego de ella, y hasta nuestros días, la nueva frase fue: “La ciencia lo dice. Te alabamos, doctor”.
El crecimiento exponencial de las tecnologías de la información rompió otro molde en este reverenciado tema denominado ‘regular la vida’. Hasta mediados del siglo XX, el lento avance científico permitía a la política estar un paso adelante en cuanto a la legislación de la ciencia y su impacto en la vida cotidiana de las personas. El acelerado crecimiento de las tecnologías de la información trastrocó este ritmo casino. Ahora, la política corre por detrás de los avances científicos, las innovaciones y las disrupciones. Una prueba clara fue la investigación del Senado estadounidense sobre Facebook, donde quedó evidenciada la imposibilidad de la política para regular las consecuencias de los avances tecnológicos. Otra demostración de esta imposibilidad son las criptomonedas, que superan las leyes económicas establecidas.
LAS REGULACIONES EN LOS JUEGOS DE AZAR
En algunas culturas originarias, como la hindú, los dioses (Shiva y Vishnu) regulaban la vida de los humanos jugando un partido de dados. Desde aquella época milenaria, existe una fuerte relación entre azar y regulaciones. Con el devenir de los tiempos, el azar pasó de ser regulador a cumplir un papel de regulado. En un principio, las únicas reglas que existían eran aquellas que normativizaban la forma en que un juego se desarrollaba. Mucho tiempo después, se reglamentó la operación de las casas de apuestas y los requisitos para acceder a una licencia de operador. Esto fue consecuencia de la injerencia del Estado en la administración de los juegos de azar.
El avance tecnológico, que comenzó a partir de la segunda mitad del siglo XX, produjo un desarrollo exponencial de la tecnología de las slots. Este explosivo crecimiento fue la causa de que, por primera vez, las regulaciones de los juegos de azar estuvieran por detrás de la evolución en la industria del entretenimiento. La aparición de estándares técnicos y de organizaciones que certificaban su cumplimiento permitió, hasta cierto punto, sobrellevar ese vacío que se producía entre los avances tecnológicos y su regulación. La llegada del siglo XXI trajo consigo la digitalización de los juegos de azar, con el incremento y popularización de distintas modalidades de juego online. Con este nacimiento, nuevamente las normativas que ordenaban esa variante lúdica quedaron muy por detrás del desarrollo de este segmento del mercado. Al igual que en el caso de las slots, en algunos países, distintas normativas y certificaciones dieron un cuerpo legal a esta nueva modalidad.
Durante la pandemia, sin dudas, el segmento de mayor crecimiento fue el de los Esports. Las apuestas que se realicen en ellos también deberán ser reguladas, algo que, por el momento, no se ha llevado a cabo. En el horizonte regulatorio, asoman la incorporación de la realidad virtual y/o ampliada, así como las aplicaciones que permiten diseñar y desarrollar una vida virtual (Second Life es un ejemplo de ellas). Ahora bien, ¿quién regulará las apuestas que se hagan en estas ‘vidas virtuales’? La respuesta a este interrogante tendrá que surgir de los organismos reguladores antes de la aparición de la actividad lúdica en estas aplicaciones.
LA TECNOLOGÍA AL RESCATE
El chamanismo plantea una ley universal que dice: “Lo similar cura a lo similar”. En este caso, la tecnología proveerá las herramientas para poner a las regulaciones a la par de los avances tecnológicos. En estos últimos tiempos, hemos visto el progreso exponencial de la Inteligencia Artificial y de sus aplicaciones, como Machine Learning y Deep Learning. Un informe reciente de IE -un centro de estudios europeo “para la gobernanza del cambio”- muestra que el 50% de los ciudadanos europeos entrevistados está de acuerdo en reemplazar a los diputados por la IA. Este guarismo se eleva al 60% en la franja etaria de 25 a 34 años.
Para el psicólogo israelo-estadounidense Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía y padre de la economía del comportamiento, “claramente, la IA va a ganar. Cómo las personas nos ajustaremos a eso es un problema fascinante”. Al mismo tiempo, el pensador sostiene que la adopción de la IA en la toma de decisiones es más lenta que su desarrollo. Esto se debe a que la sociedad es menos tolerante al error de un algoritmo que a los errores humanos. Una alternativa para adaptarnos a esta impetuosa irrupción de la IA es la integración humano-IA mediante la construcción de “centauros”. Por ejemplo, podemos imaginar la experiencia de una persona en el diseño de regulaciones, asistida por el impresionante poder de procesamiento de una IA que contenga todas las regulaciones existentes, y que prediga los siguientes cambios del mercado.
Otra de las tecnologías disruptivas que pueden colaborar con la rápida creación de nuevas regulaciones es blockchain. La adopción de esta tecnología permitirá acelerar y asegurar las certificaciones del cumplimiento de estándares y requisitos técnicos. El escritor uruguayo Eduardo Galeano afirmaba: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Lo mismo sucederá con las regulaciones si no se adoptan las tecnologías más avanzadas en su construcción. Sólo servirán para caminar, pero nunca para avanzar.
EL VERSO DEL RESUMEN
Al principio, las leyes,
así como las regulaciones,
fueron dictadas por religiones;
también por sabios reyes.
Mas, luego, la ciencia
disputó ese poder
y logró imponer
una nueva conciencia.
La tecnología disruptiva
dejó atrás a la regulación,
que no la pudo alcanzar.
Para que la regulación deje de ser cautiva,
debe tener a la tecnología en su corazón
para que, liberada de sus ataduras, pueda avanzar.