Por Alejandro Caminos, periodista, guionista y colaborador de G&M News.
El poker latinoamericano perdió a uno de sus más grandes baluartes el domingo pasado con la muerte de Jaime Ateneloff. El jugador nacido en Uruguay dejó este mundo a los 89 años en un hospital de Buenos Aires, Argentina -donde residía desde hace casi una década- a causa de una infección. Conocido como ‘el Doyle Brunson de Sudamérica’ (por el texano de 87 años, que jugó durante más de 50 temporadas), fue ampliamente respetado y querido en todo el sector. Hoy, Gaming & Media News le brinda un merecido homenaje a uno de los estandartes del poker en vivo en toda la región.
EL GRAN PIONERO
Sus comienzos se remontan a los años ‘80, cuando el poker y sus reglas eran mayoritariamente desconocidos en la parte sur del continente americano. “Jugué en Colombia, Ecuador, Perú y Argentina, donde no tenían idea de lo que era esto por aquellos tiempos. Yo iba a jugar cash y era como robarles el dinero”, rememoró en una entrevista. La habilidad comenzaba a salir a la luz y su nombre crecía al compás de cada mano. Sin embargo, en Centroamérica se disputaban los mejores paños de aquel entonces. Fue así que más de una vez viajó a Costa Rica para enfrentarse a los más hábiles players y lograr el reconocimiento en América Latina. Allí conoció a dos grandes leyendas locales, como Humberto “El Tiburón” Brenes -ganador de dos brazaletes de la World Series of Poker (WSOP)- y Max Stern -tres brazaletes-.
Su pasión por el poker era tan grande que se mantuvo en actividad durante más de cincuenta años. “No hago otra cosa que jugar al poker, es mi vida. Si no lo hiciera, creo que ya estaría en el cajón. Esto me ayuda física y mentalmente”, supo confesar. Cuando Sudamérica ya comenzó a saber de póker, el charrúa concurrió a cuanto torneo existiera. Por ejemplo, aún se recuerdan sus visitas recurrentes al Casino Buenos Aires, en Puerto Madero.
SUS HITOS Y ÉXITOS
En 2002, obtuvo el cuarto lugar en un torneo de Mixed Games, con un buy-in de US$3.100, en el Bellagio High Buy-in Tournament Series, donde compartió mesa final con el norteamericano Eric Seidel. Ese mismo año también alcanzó la mesa final con John Juanda -cinco brazaletes de la WSOP-, en el marco del Four Queen Poker Classic. Allí obtuvo un quinto puesto en el evento US$1.000 Limit Hold’em, así como un noveno lugar en el US$1.000 Pot Limit Hold’em y un décimo puesto en el US$300 Limit Hold’em. A los pocos meses, conseguiría el sexto lugar en el Bellagio Five Star World Poker Classic World Poker Tour (WPT) Championship, demostrando que la ambición y las ganas no saben de edades.
Ateneloff solía repetir que quería participar en un torneo de la WSOP para saber si estaba “al nivel de esa naturaleza” de eventos. Cuando dispuso de esa posibilidad, no le fue mal: logró un cuarto puesto en el evento Limit Hold’em, con un cobro de US$29.000. El placer no estuvo sólo en esa cifra o en el hecho de llegar a una mesa final, sino también en poder jugar y ganar en mesas que incluían nombres como los de Phil Ivey, Phil Hellmuth y Daniel Negreanu. Su última participación en la WSOP fue en 2018.
Otro de los hitos más importantes en su carrera fue cuando, en 2016, y a los 85 años, se coronó en el Main Event de la Brazilian Series of Poker, en el Enjoy Conrad de Punta del Este. Héroe en su tierra natal, le ganó a su compatriota Omar Oyhenart y se quedó con US$88.229, el pozo más importante de su carrera. Según The Hendon Mob Database (la mayor base de datos estadísticos de jugadores de poker del mundo), Ateneloff sumó ganancias por US$296.429.
En vida, o ahora en muerte, su figura seguirá rondando como un fantasma las mesas de poker en vivo del mundo. El agradecimiento eterno para el talento de un hombre que se transformó en leyenda del poker y deja un gran legado para toda Latinoamérica.