Por H. B. Ducasse, analista.
Este recorrido algo forzado, aleatorio también, ofrece una mirada sobre el contacto entre la literatura y el juego. Por cierto, el vínculo es mucho más extenso e incluye a centenares de autores de procedencia y calidad diversas. Aquí apelamos a algunos clásicos para reflexionar sobre eso que contaba Ricardo Piglia: “Narrar, decía mi padre, es como jugar al poker. Todo el secreto consiste en parecer mentiroso cuando se está diciendo la verdad”.
DE MONTAIGNE A DESCARTES, FILÓSOFOS DEL JUEGO
De familia acomodada, escritor del Renacimiento, filósofo encasillado como moralista francés, Michel de Montaigne (1533-1592) fue el creador del ensayo, un género literario y periodístico tan vigente como bastardeado. Decía que los juegos le enseñaron mucho y que lo ayudaron a construir una perspectiva decente del mundo. “Hay muchas cosas que no podemos controlar, y hay maneras de hacer las paces con ello”, esgrimía. Montaigne inspiró casas de juego, como la Sociedad de Dallas (The Montaigne Society in Dallas, Texas, USA) que lleva su nombre, y que es parte de un libro que cuenta esa historia. Su fundador (en 1995), el excéntrico James Leake, no sólo leyó a Montaigne, sino que tradujo su experiencia en unas reflexiones sobre la sociedad de apostadores ligados al poker. Por su lado, otro francés, René Descartes (1596-1650), padre de la filosofía moderna, también fue un asiduo jugador. “Las mentes más grandes son capaces de los mayores vicios, así como de las mayores virtudes”, sostenía Descartes, cuyo Discurso del método (1637) sigue siendo una referencia ineludible para pensadores de todos los tiempos. Sus múltiples biografías rescatan una idea temprana en la que el filósofo y matemático dudaba del mandato familiar y pensaba que una carrera en el juego sería mucho mejor que el ejército o la escuela de leyes. Aunque estuvo en el ejército y en la escuela de leyes, y se convirtió en el gran filósofo que todos conocemos, jamás abandonó su pasatiempo, al que buscaba aplicar teorías matemáticas sin mucha suerte. La ciencia de las apuestas, las actuales teorías del riesgo, tienen un germen en su obra. ‘¿Por qué asumir riesgos sin un rendimiento previsible?’, era una de sus preguntas. Eran riesgos que él intentó estudiar desde el pensamiento científico.
DOSTOYEVSKI Y HEMINGWAY, UNIDOS POR LA RULETA Y EL POKER
Comparada con clásicos como Crimen y castigo (1866) o Los hermanos Karamazov (1879-1880), la novela El jugador (1866), de Fiódor Dostoyevski (1821-1881), no es la más lograda en términos literarios, pero se basa de manera explícita en sus experiencias personales. En este escrito, redactado por encargo para pagar deudas de juego, el talentoso ruso desanda dos pasiones enlazadas: la que siente por su amante, Polina Súslova, y su dependencia por las apuestas, que invade toda esa relación amorosa. Juega por placer y por amor, pero ambos mundos se confunden y el autor se pierde en la eventualidad de la suerte. Pone en tensión la dependencia del enamorado enceguecido, como sus días de ruleta, que considera ridículos e incoherentes, en un periplo que lo lleva de Wiesbaden a París, de casino en casino. La ruleta es una metáfora del amor, y no sabemos a quién ama con más fuerza Dostoyevski, el jugador. Ya saltando el Océano Atlántico y el tiempo, otro apasionado era el norteamericano Ernest Hemingway (1899-1961). Ganador del Premio Nobel y del Pulitzer, Hemingway fue un aventurero y genio literario conocido por haber escrito clásicos como Adiós a las armas (1929), Por quién doblan las campanas (1940) y El viejo y el mar (1952), entre otros. Sus primeros relatos ya incluyen historias de jugadores, boxeadores y soldados. Empezó con el poker, de chico, en Oak Park, Illinois, su ciudad natal. Admiraba al ex presidente Franklin Roosevelt que, se sabe, era un ávido jugador de poker. “Nací para disfrutar la vida, pero Dios se olvidó del dinero”, solía decir Ernest. En la Primera Guerra Mundial, fue conductor de ambulancias, terminó herido y recaló en París. Allí fue boxeador aficionado, y comenzó a apostar en las peleas. En Europa, Hemingway se hizo habitué de las carreras de caballos, a las que se refería como un “amigo exigente”.
BORGES Y BUKOWSKI, DOS POETAS Y EL SENTIDO DE LO LÚDICO
En 2003, el matemático y editor uruguayo Jaime Poniachik publicó Jugar con Borges, un libro de juegos basado en cuentos y poesías del célebre autor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) que, si bien no era jugador, en su obra, incluye varias referencias al truco, las carreras y el poker, viejos hábitos de la gente en su país. Acertijos, problemas y enigmas de su escritura forman parte del libro de Poniachik, que cierra con una entrevista al autor de El Aleph. Borges cuenta que, en su primer libro (Fervor de Buenos Aires, poesía, 1923), ya había un poema sobre el truco. “Las jugadas de poker o ruleta siempre tienen que ser por dinero. En cambio, el truco tiene un interés propio, es una especie de humilde ajedrez”, decía. Cuando le preguntaron sobre una frase del filósofo holandés Johan Huizinga (famoso autor de Homo Ludens, de 1938), en la que éste afirmaba que el juego ‘es anterior a la cultura’, Borges redobló la apuesta. “Es anterior al hombre, también. Mi enorme gato blanco juega todos los días con un perro de policía que vive en el departamento vecino. Nunca se han lastimado”, señalaba con su habitual humor. Cerramos este repaso con otro gran poeta, Charles Bukowski (1920-1994). En agosto pasado, se cumplieron 100 años del nacimiento de este californiano que, en realidad, había llegado al mundo en Andernach, Alemania. Borracho empedernido, apostador y peleador, le escribió al juego con un trasfondo social en el que la gente se juega la vida a diario. “Si no juegas, no ganas”, le gustaba decir. Sobre las carreras de caballos, admitía que le resultaban vigorosas y dolorosas por igual. A veces, sufría el espectáculo, pero “otros días, ganas cuatrocientos o quinientos dólares, ganas ocho o nueve carreras al hilo, y te sientes Dios, como si lo supieras todo”.
De saberes, sentires, escrituras y pasiones, trató este artículo. Seis autores y sus miradas sobre el juego, a través de los siglos y las letras.