En los últimos años, aparecieron en el mercado nuevas profesiones que modificaron nuestra forma habitual de ver el trabajo y que incluso, durante 2020, dado el contexto sanitario actual, tuvieron una enorme llegada a los sectores más tradicionales. Desde hace un tiempo, los videojuegos están demostrando un auge fenomenal. Parte de ese desarrollo responde al crecimiento directo de los roles que ocupan las personas que integran ese “nicho” cada vez más grande.
Tras mi primera columna sobre las mujeres en los Esports, ésta tratará sobre una profesión en particular, una de las que goza de mayor visibilidad en este ámbito. Por supuesto, puedo hablar desde mi experiencia de varios años en ese cargo, elemento que, como vamos a ver más adelante, es un dato no menor. Hablamos, sencillamente, de ser streamer.
CREANDO CONTENIDOS PARA UN PÚBLICO INTERACTIVO
Comenzando por el principio, como debe ser, podemos definir al ‘streamer’ como un creador de contenidos, entendiéndose por tal la persona que elabora material (en audio, video, texto o cualquier formato) para información, conocimiento, consumo o entretenimiento de un público amplio. El aspecto distinto del streamer es que genera ese contenido en vivo, interactuando en mayor o menor medida con la audiencia en directo a través de diversas plataformas de transmisión.
Al comienzo, la tarea del streamer se veía directamente ligada a la industria de los videojuegos. Hoy por hoy, vemos una cantidad de creadores de contenido en múltiples ramas, tales como arte, cocina, deportes, charlas profesionales o, simplemente, conversaciones generales sobre la vida, sin una temática o formación técnica en particular. Existe tanta diversidad en el contenido del streaming como gente generándolo y consumiéndolo, lo que hace que las opciones sean casi infinitas.
Me detengo un poco en este punto porque me parece una de las cuestiones más interesantes de la profesión del streamer. El contenido no está regido por una grilla televisiva o radial, sino que lo produce la propia persona, quien debe analizar el mercado al que desea dirigirse para entender cómo atraerlo. La libertad es absoluta, en tanto que se cumplan con las normativas que cada plataforma establece para la transmisión de contenidos. Pensemos en los streamers como ‘artistas a la gorra’, en una enorme calle peatonal, donde podemos ver todo tipo de entretenimiento o incluso contenido educativo. Creo que es aquí donde hoy -y, a futuro, cada vez más- el streaming supera a los medios tradicionales de comunicación masiva: el espectador es el protagonista y tiene una variedad casi inagotable de creadores y temáticas para consumir. Incluso, puede interactuar con los creadores y, en algunos casos, si el streamer lo permite, sugerirle contenidos que le gustaría ver.
EL STREAMING COMO MEDIO DE VIDA
Ahora bien, ¿cómo es que una transforma al streaming de hobby en medio de vida? Ésa es una de las preguntas más frecuentes que me hacen en este ambiente. Es que el sueño de vivir del stream es compartido por muchos jóvenes y no tanto, con la inocencia de creer que este trabajo sólo consiste en abrir un directo cuando se tenga ganas, sin tomarlo con la seriedad que se merece.
En primer término, es necesario señalar que no hay una carrera de streamer, formalmente planteada en el sistema educativo. De esta manera, como en tantas otras profesiones del universo digital, se está ‘a la buena de Dios’, aprendiendo de lo que se ve, preguntando a amigos, mirando tutoriales y a través de la prueba y el error.
Como segundo concepto a mencionar, las características esenciales que debe poseer un streamer para intentar alcanzar el éxito son constancia, creatividad y rutina. Estos tres elementos son claves a la hora de generar contenido y de tener mayor llegada al público. La constancia será la madera base del creador de contenido, que comienza un camino difícil, lleno de inseguridades, pero también plagado de momentos de disfrute. Habrá días en los que deseará dejar todo de lado al no encontrar motivación. Allí entrará en juego la constancia para poder mantenerse a flote. La creatividad se explica por sí misma. Abarca su proyección sobre el contenido producido, la capacidad de estar actualizado sobre las últimas tendencias y su habilidad para poder transmitirlo. Es evidente que la personalidad y autenticidad del autor impactan directamente sobre su éxito.
Un último aspecto, también relevante, es el cumplimiento de una rutina. Se advierte así la diferencia entre aquel que se toma en serio el streaming y el que no. Por otra parte, esta cotidianidad ayuda a generar un vínculo sólido con la comunidad, que no se logra de ninguna otra forma. Ya lo decía Antoine de Saint-Exupéry en El Principito: “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, a partir de las tres, empezaré a ser feliz (…) Los ritos son necesarios”.
SEMBRAR PARA TRIUNFAR
¿Son estos tres elementos suficientes para triunfar como streamer? Antes de responder a esa pregunta, tendría que definir qué es triunfar. Si nos referimos a producir contenido de calidad para una determinada audiencia -independientemente del tamaño de ésta-, creo que esos tres requisitos son válidos y suficientes. Ahora bien, si el triunfo abarca la perspectiva de sostenerse desde lo económico con la creación de contenido, ya entran a jugar otras variables, de las cuales, lamentablemente, una es la suerte. Un aspecto importante, que depende del conocimiento y del tiempo que se le dedique, es el trabajo en las Redes Sociales, que impacta muchísimo más de lo que una supone. La dedicación, el aprendizaje y la gestión de las RRSS son tareas de todos los días para el streamer que quiere crecer como tal. También resulta un elemento clave a la hora de buscar colaboraciones con patrocinadores. En este punto, la labor del streamer empieza a codearse un poco con la del influencer o, al menos, con la del micro influencer.
Enfocándonos en cómo monetizar la actividad del streamer, puedo afirmar que una posibilidad es el rédito directo que brindan las plataformas de transmisión por generar contenido en ellas, lo que varía según los programas de patrocinio que ofrezca cada una, además de las interacciones con la comunidad, como suscripciones pagas y donaciones. Otra arista para la obtención de beneficios económicos son los acuerdos de colaboración que puedan celebrarse con equipos, organizaciones de Esports o empresas en general. Dependiendo del tipo de contrato que se cierre, podrán considerarse las contraprestaciones de cada parte. Asimismo, si las RRSS están lo suficientemente trabajadas, se puede ganar dinero siendo influencer para diversas marcas.
Como vimos a lo largo de este artículo, ser streamer no es simplemente prender la cámara y compartir una transmisión mientras se está jugando de manera relajada y despreocupada. El trabajo que hay antes, durante y después de la producción del contenido, y también los esfuerzos que demanda la construcción del streamer como figura pública, son minuciosos y extensos, y muchísimas veces resultan subestimados. ¿Se puede elegir el streaming como carrera y estilo de vida? Sí, claro. ¿Habría que apostarlo todo en busca de la sustentabilidad? Creo que esta pregunta tendrá una respuesta más personal. En el contexto latinoamericano actual, donde es más complicado monetizar transmisiones por la excesiva carga impositiva, además de lo oneroso de las suscripciones (que suelen ser en dólares), la dificultad resulta aún mayor. A menos que ya se haya transitado una ruta de cierto éxito, recomendaría siempre tener al menos otro trabajo, profesión u ocupación en paralelo, mientras se siembra el camino en la creación de contenido, con la esperanza de algún día llegar a disfrutar de una buena cosecha.
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